DIA PRIMERO. pregunta

Claro que no, uno no da masajes con 4 cervezas y media de ginebra en la cabeza, claro que no, uno no duerme en camas ajenas ni se despierta tarde los días que hay que trabajar.
Pero yo no tengo nada más que hacer, estoy de viaje y usted perdió el último tren que lo llevaba lejos de la vida que nunca soñó.

Lo puse de espaldas a la cama, sólo por torturarme un poco y descubrir que además de las patéticas palabras de universitarios suicidas que montan en buseta, compartimos la misma estrella.

Pero ha podido ser peor, porque yo dejé el arrepentidero archivado entre la arena del gato, me pudo más un intento de dignidad con instinto de moral que las ganas de decirle de vez en cuando me acuerdo de usted, se me atraviesa en la biblioteca y en uno que otro amigo en común.

Nos equivocamos de tiempo, nos vimos demasiado tarde y las sábanas de algodón gris y los peces que nos miraban con ojitos de tía regañona no bastaron para pensar que era la única oportunidad y así pasó la noche y yo me desperté abrazada a su espalda sin poderle confesar lo que había soñado, por no romper el acuerdo tácito de silencio sobre nada, porque nada pasó más que sentir que me veía demasiado, que me leía desde adentro, desde el miedo.

Yo me levanté aún más perdida, sin saber cuál era el norte a pesar del mapa que intentó hacerme por la ventana, igual cogí por el lado equivocado y luego todo se volvió un fastidio, caminar por la avenida nimeacuerdo de subida y luego de bajada, mil horas en una buseta con los asientos más duros de Bogotá. Usted tarde al trabajo y yo temprano a la cita de mis últimos minutos de incertidumbre.

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