DIA TERCERO. respuesta

Claro que no, uno no se acuesta en camas ajenas , tampoco duerme en ellas, mejor se levanta bajo sus propias cobijas como la niña buena que ya no es, nuevecita, recién bañada parece que sólo he tenido un sueño inconfesable.

Pero no es tan sencillo, lo tengo un poquito atravesado y la sensación no se me quita con el primer café de la mañana, tampoco con el último.

Todo empieza como quien no quiere la cosa, una dulce casualidad, una voz reconocida. Tan bonitos, tan inocentes, pero hay una pregunta abierta flotando en el aire desde hace miles de años, esperando respuestas ambiguas escondidas entre mis ridículos buenos propósitos de año nuevo y mi incapacidad de llevarme a cuestas una duda.

Lo veo y se que está metido entre mis miedos más que entre mis amores, sentado junto a mis confesiones y no al lado de mis pecados, en las entrañas más que en el corazón.

Como un dejavú que se repite cada de vez en cuando, como si pudiera pensar que de verdad tenemos la conciencia tranquila porque esta vez ya era tarde –siempre ha sido tarde-, yo había hablado demasiado y lo que me quedaba de decencia lo ahogué entre los hielos del whisky como cuando es uno el que no tiene nada que perder, porque en medio de todo alcancé a preguntar si sabía lo que estaba haciendo y como la respuesta siempre fue no sé y no me importa, como si fuera cierto y no lo supiéramos, estábamos confirmando que somos un lugar común en el que nos gusta hundirnos, que no somos tan santos ni tan buenos, que somos peores y lo mejor de todo, que al final de cuentas, termina por no importarnos.

¿Podría haberme quedado con la duda? Seguramente ¿Podría haberse quedado con la duda? Tal vez, pero y si esta vez fuera la última oportunidad, entonces qué sería de esta historia, de la sensación de haber perdido el camino en alguna curva, de hacerle justicia al presentimiento de que la felicidad es una cosa esquiva, que estamos de alguna manera destinados a decir mentiras y de vez en cuando hacer la del gato para intentar tapar las cagadas con arena, que tarde o temprano, vamos a terminar traicionando aquello que más amamos porque nos creemos por encima de las reglas y un día nos comimos el cuento de los poetas malditos que leímos mientras caminábamos sobre el piso entapetado con flores de guayacán.

La decisión estaba tomada desde el instante en que entré a su casa, así en ese momento no lo supiéramos, la piel estaba despierta desde el primer abrazo y qué le vamos a hacer si somos un cliché inevitable que se fuma un cigarrillo después de tirar. Como era imposible repetir la misma historia, no amanecí abrazada a su espalda, me despedí sin mirarlo mucho a los ojos y sin esperar más de la cuenta pedí un taxi, llegué a mi casa a dormir bajo mis cobijas y al otro día amanecí como la niña buena que ya no soy y usted, no se nada de usted pero tal vez hizo lo mismo. No podría haber imaginado algo que fuera diferente.

Tengo la extraña sospecha de que a veces sólo hacemos lo que hacemos para tener algo sobre que escribir.

Comentarios

Nieto ha dicho que…
YO SI CREO Q A VECES HACEMOS LO QUE HACEMOS PARA TENER Q ESCRIBIR, DE ACUERDO TOTALMENTE.
Anónimo ha dicho que…
y hay otros días en que uno hace y deja de hacer, habitándonos tanta ausencia.
GATONECIO ha dicho que…
MMMM, haber sabido que tenia nombre propio. Pero hubo tantos dias que dejamos de hacer y otros tantos en que lo hicimos tan tarde.
Pero es cierto, lo unico que siempre nos habitará es la ausencia.
Una vida tarde.