OIDOS SORDOS

- ¿Cuál es la diferencia entre una cucaracha y una mariposa?
- ¿Cuál?
- El carisma.
Malas elecciones, una historia de deserciones. Remisos. Esta humedad que se me pega a la piel, trópico, pacífico y yo que vuelvo al sur por costumbre y por deseo, para despedirme. Han aparecido en mis siestas de inercia en la hamaca todos menos vos, parece que no sos el hombre de mis sueños. Debí haberlo sospechado desde un comienzo.
- Señorita. Buenos días señorita.
Amanece y estoy tan lejos pero no me arrepiento. Puros espejismos.
- En la casa vivimos el papá de mi hija, mi hija, mi marido y yo.
- ¿Todos juntos?
Pero estoy sola y no lo extraño, no en la forma en que duelen hasta los huesos ni como tiempo amargo o cosa perdida.
- No fue si no que yo me pusiera a hablar con ustedes y él que se va, es que la fiesta de anoche le duró hasta hoy.
- ¿Estaba borracho?
No, no apareció. No, no sé si está trabajando, borracho entrepiernado o se lo llevó la marea y amaneció boca abajo en una asquerosa playa del puerto.
- A él lo enterré hace uhh. Es que ya estoy vieja.
- ¿Cuántos años tiene?
- Como cien.
Demasiado tiempo lleva convertido en un extraño, una foto fuera de foco, una palabra que no sale en el Larousse ilustrado.
- Si señorita, 20 hermanos todos del mismo padre y la misma madre. Como tiene que ser.
- ¿Y usted?
- Un marido al que le crié dos hijas, un par de ingratas que se largaron.
Si se fué ¿yo qué le tengo que preguntar? Podríamos discutir sobre el clima, aquí no hace más que llover pero no hay bichos. Se me ampoyaron los pies y llevo dos días andando descalza por el pueblo.
- Yo nunca le dije una palabra, si es con uno, pues es con uno, si no, que se largue.
Quería que creyera en el destino. Una historia mágica que fue impunemente atropeyada por un conductor borracho en plena carrera quinta. Podríamos haber salido en primera página el domingo en El Espacio.
- Señora, ¿dónde dejó a la bella?
- Está allá sentada.
- ¿Solita?
Lamiéndome las heridas que me arden con el agua dulce, sacándome toneladas de arena de entre los rincones, pintándome de rojo fiesta las uñas de los pies.
- ¿Me toma una foto, bonita?
El viejo sin el mar, Hemingway venido a menos se mece aburrido en mi hamaca. Demasiada lluvia en su esperado paraíso tropical, habla de poetas y escritores muertos. Cree que soy una niña idiota entonces no me dirige la palabra, pero no ha dejado de mirarme el culo en toda la noche, con esa cara de marinero náufrago, de perro hambriento de cantina barata.
- Soñé que el marinero te violaba en la hamaca.
- ¿Y qué hiciste?
- Me levanté a ponerle seguro a la puerta.

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