Bosque de Pinos

Como un niño con juguete nuevo, con esa expresión de júbilo que siempre parecía fuera de lugar en su cara, le mostró la cama nueva. Un artilugio extraño que por acción de una palanca ubicada junto a la cabecera, levanta el colchón y deja al descubierto una especie de cajón enorme.

Ella lo conoce bien, han sido amantes por quince años. Sabe que en ese cajón guardará sus cadáveres. "Las mujeres son extrañas" le dijo una vez, "complican las cosas y yo soy un tipo simple". Básicamente no le gustan los compromisos pero es incapaz de articular una despedida. Prefiere matarlas. Ella lo conoce bien, lo ha amado por quince años y no le importa.

Está tranquila, no es una de esas viejas raras  y su relación nunca ha sido complicada, siempre supo cuál era su lugar en las historia, además, a quién sino a ella podría contarle todos sus secretos, la necesita. Lo sabe bien.

Se sientan en el sofá y la charla va sobre la forma de los libros y el extraño día en que el mar casi engulle a su madre. De reojo alcanza a ver, apenas escondida a medias en un estante de la biblioteca, una bolsa llena de ambientadores de pino, de esos que se cuelgan del espejo del carro y huelen a bosques imaginarios de polímero verde.

Media copa de vino después, le entra un sopor espeso, difícilmente puede mantenerse despierta. Él la abraza y la envuelve en una manta, acaricia su cabeza y le susurra al oído "lo siento, es complicado".

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