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Pegado a un árbol hay un letrero que se cae a pedazos, dice algo sobre la iluminación del Buda y sus 6 poderes milagrosos.   No nos gustan las flores que se pudren en el piso, el moho en los rincones, las hormigas encontrando el camino a casa entre las hojas secas y los empaques vacíos y la basura mientras cargan bichos muertos sobre la espalda, los gritos agudos de las salamandras pálidas o el árbol que tercamente decide echar raíces sobre una mole de granito hasta romperla. No, nos gustan las cosas imposibles, la magia sobrenatural, la esperanza de poner orden sobre el caos, en esta vida o en la otra.  El pequeño templo de la montaña está oculto entre las rocas y los árboles y las hojas enormes del bambú. Alguien ha escondido un parlante y suena pacito la letanía de los monjes. Si miras con atención, alcanzas a ver las marcas de la artillería pesada, agujeros redondos grabados en el granito rosado. Hay que esforzarse para ver las cicatrices de la guerra, pero ahí están
Fue el Gato, el primer gato, quien me dijo que no marcaba los libros porque no eran suyos sino de quien los necesitara, que sus libros eran libres y si los prestaba asumía el riesgo de que nunca regresaran. Ese día no entendí su idea del amor, pero me gustaban sus ojos amarillos. El otro Gato, el segundo, nunca supe si leía pero escribía cartas de amor y tenía talento para aparecer por casualidad en lugares insospechados. Lo conocí una noche, cuánd o lo pillé mirándome agazapado detrás de las escaleras del restaurante. Una vez me lo encontré en la puerta del museo y luego no supe más de sus ojos verdes. Fue después de eso que Sur y yo comenzamos a traficar libros. Los pedíamos prestados y los escondíamos entre los rincones mugrosos de Chapinero, nos dejábamos pistas con las palomas de Lourdes. Nunca los devolvíamos. Nunca los marcamos.
El domingo llegó arrastrándose hasta el lunes en la noche, con un silencio tan doloroso que casi le servía de antídoto a la muerte. Según los últimos acontecimientos, probablemente encontraría la manera de perpetuarse agonizante hasta el martes.  Los miércoles siempre han sido mejores, un poco menos pretenciosos. Habría que esperar entonces hasta el miércoles, que parece ser menos propenso a desplomarse.
Ahí estábamos los dos con nuestros disfraces, sentados en una banca en el pasillo del hospital, sin saber qué hacer. Porque ¿quién nos creería si nos los dejamos? ¿Quién nos querría si nos los quitamos?
Se cansó de esperar que el café se enfriara y decidió solucionarlo echándole un trago de ron. Nos mintieron. Superalo. -Le había dicho con su impecable nuevo acento porteño- No vamos a ser ni bellos, ni ricos, ni famosos.  En parte tenía razón ella, aunque bonita si era, a pesar de aquel detalle del ojo y además se había largado con un tipo rico. Él, bueno, él era otra historia. Americano le decían ahora a esa cosa recalentada en microondas, que había pasado de ser un tinto hirviendo a un ron demasiado tibio. Vaya si le habían mentido.
A veces el miedo se parece al frío, ese frío inmoral que te cala hasta los huesos, que no te deja dormir porque te pone a temblar, que se instala de a poquitos pero sin tregua ni compasión y se queda allí, sin preguntar ni pedir permiso, sin ganas de irse. El frío cobarde y agazapado que se escabulle por la rendija de la ventana, que aguarda en los rincones. A veces el amor se parece al miedo.
Entre todas las cosas que dijo, que a decir verdad fueron más bien pocas, nunca estuvo su nombre.
Hacerse viejo tenía solo una ventaja, había sobrevivido a todo, especialmente a sí mismo.
No sé si vos te acordás de él pero yo si. A mi me parecía un brutazo, pero una vez me sacó a bailar y en ese tiempo, en que todos eran flacos rodillones o bebés rollizos y sobredimensionados, alcancé a sentir los músculos de los brazos hechos a punta de boliar machete y los muslos templados de montar a pelo. Luego no supe mucho más porque finalmente se fue, a buscar el último refugio de los hombres libres, o algo así dijo, pero lo cierto es que la ciudad lo  jodía. Se fue a vivir con sus caballos y sus perros y en los ratos libres se inventaba tareas inútiles para mantenerse ocupado. Una vez empezó a llevar piedras desde el río, una a una, hasta que se hizo un muro de 4x2 en la parte de atrás de la casa. La tarde que lo acabó se sentó a mirarlo por horas y al día siguiente lo cogió a patadas, y así todos los días pacientemente hasta que lo tumbó. Devolvió cada piedra a su sitio y luego no quedó nada, ni arena, ni mancha, ni siquiera un pedazo de pasto aplastado. Esa noche no durmió y
Y si nos vemos o si nos vamos. Y corremos o escapamos. O tal vez nos quedamos y encallamos, olvidamos y desaparecemos.
Sintió las primeras gotas chocando contra el vidrio y sacó la cabeza de su agujero, como las lombrices de tierra caliente cuando llueve. Comprobó que el mundo no se había detenido aún. Recordaba que había llovido todos los domingos sin interrupción, desde el 27 de abril de 1738. Un domingo cualquiera en el que no pasó nada especial, excepto la extraña aparición de tres cuervos muertos junto a la puerta del 325 de la Rue d'Assas, a 8617 km de casa. Agradecida maldijo la lluvia. Habría sido demasiado tener que soportar una tarde soleada.
El funcionamiento de su cabeza se parecía al compu de la abuela, que una vez apretó el botón equivocado y le salieron 387 ventanas con páginas porno. Iba a escribir un correo, gente en pelota. Abría Word, una vieja gritaba. Quería ver un video de gatos, invitación a un chat privado. Acababa de entenderlo todo, lo suyo no era amor, era un virus.
Pensó que a pesar de todas las cosas que había en su cabeza, cosas útiles, cosas inútiles, cosas que solo ocupaban espacio, cosas inconfesables, cosas comunes; nunca supo qué forma tienen las cosas cuando naufragan.
Pensó en saltar desde el precipicio de sus letras, pero le tenía miedo al mar. Se quedó esperando sentado sobre unos puntos suspendidos.
La vi por primera vez en el comedor del hotel, un metro ochenta y cinco de altura y un poco más en la circunferencia de sus caderas. El pelo negro en una moña templadísima y un vestido ajustado con rayas anaranjadas. Era imposible no verla. Había encallado esa mañana en la isla, se llamaba Elena, era rumana y me sonrió con susojosmuyazules. A partir de ese día, yo caminé junto a sus sombra. Grenard, que tenía el muy obvio apodo de Baba, de lejos parecía un bebé enorme; con su piel negra y dientes blanquísimos en una perpetua sonrisa, se bajó de la lancha y de un solo movimiento, sin el más mínimo esfuerzo, ni darme tiempo a echarle algún putazo, me sacó cargada y me dejó en la arena. Con una palmada en la espalda, que casi me regresa de jeta al mar dijo “te falta mucha carne en los huesos mama” y soltó una de sus carcajadas. En ese instante la vio por primera vez. Ella, de un blanco salamandra ya estaba insolada a parches, con el pelo desordenado y las tetas saliéndose a medias
En ese parasiempre que duraba tan solo un segundo, capaz de contener la experiencia entera y el espacio infinito, todos los momentos desde su primera inhalación hasta su último suspiro que en el espacio de una respiración significaban la vida y la muerte y todas las posibilidades intentadas o no. En esa eternidad lo supo, llevaba tanto tiempo imaginándolo que probablemente quedaba muy poco de él mismo en lo que ella estaba viendo.  No le importó.
Ella, cuyo nombre de superhéroe era Colapso, estaba sentada calculando cuál sería su muerte probable para ese día. Ya había tachado en la lista las obvias enfermedades incurables, las perfectas y fatales casualidades, los intentos heroicos, las venganzas kármicas, los asteroides y las invasiones bárbaras. Pero era domingo y por cómo andaban las cosas últimamente, seguramente moriría de aburrimiento.
Que dios te bendiga, le dijo. Ella, que es del tipo porno para amas de casa, más del estilo cenicienta que de las historias que incluyen personal de servicios varios y técnicos en reparación. Ella, que escogía sus tendencias espirituales entre las cosas que empezaban por P: había sido panteísta, politeísta, pastafari y ahora estaba con el paganismo. Por estos días le iba a Frejya, y no porque había engendrado una prole de hombretones de esos de rubia melena trenzada y pecho enorme y peludo, capaces de preñar una mujer con saludarla desde lejos, sino porque la mona andaba en un carruaje tirado por gatos. Hay que ser muy jodidamente poderoso para lograr que una manada de gatos hagan eso, o que hagan algo, cualquier cosa.  Ella, no supo qué responderle, pero dijo gracias. Tal vez Frejya le escuchara, así fuera martes.
Cerró la puerta y tuvo que recostar la espalda en ella, ya no había aire suficiente, las piernas temblaron y las rodilla no funcionaron más. Se dejó caer, o más bien se fue escurriendo porque ya dudaba de que estuviera hecha de alguna materia medianamente sólida. Supo exactamente cuánto pesaba un corazón roto: doscientos cincuenta gramos y no tenía fuerza para sostenerlos. Probablemente tampoco estaba interesada en recoger los pedazos. Respiró. Esto también pasará.
Lo descubrió sentado en un rincón arrancándose con los dientes los cueros de los dedos. Intentaba meter suspiernastanenormementelargas por entre las patas de una mesa y le valía madres lo que fuera que estuvieran discutiendo en la sala. Él era oficialmente la cosa más bonita que había visto en esta reencarnación. Imaginó lo rápido que podría correr con semejante tamaño, en caso de que un día tuvieran que huír. Le intrigaba porque ella no tenía más opción que esconderse como un ratón, su estrategia nunca había sido la velocidad sino más bien el arte de desaparecer. Se acercó a preguntarle cuál era su función en ese circo, él solo respondió “me alquilo para escuchar”. Ya estaba, no era posible que tanta poesía cupiera en 195 cm de estatura. Decidió llevarle todos los días chocolates y galletas y dulces en paquetes de colores, para que no tuviera que morderse las uñas hasta sangrar. Nunca se aprendió su nombre, no le pagaban para recordar.
Ese sentimiento que comenzaba en las tripas y subía hasta la boca del estómago para luego resolverse en náuseas. No estaba segura de si era el presagio del fin del mundo o al menos de su propia muerte, o más bien estaba necesitando un Peptobismol. Tanto tiempo con lo mismo que había perdido la capacidad de decidir entre sus manías mentales y una gastroenteritis. Al final daba lo mismo. Pensó en correr, pero era domingo y estaba lloviendo. La gente no debería desaparecer los domingos porque los volvía demasiado redundantes. Decidió hacerse un ovillo en la cama, tal vez así lograra convertirse en un zorro invisible.
Y entonces ella corrió.
Se le había olvidado que lo quería, por la pura falta de uso de ese amor viejo que habitaba como fantasma descalzo entre los corredores de su historia.
Prometieron encontrarse en otra vida pero iba a estar medio jodido, él se sentía condenado al infierno y ella planeaba reencarnar en gato.

Catálogo de ideas

Apenas le abrió la puerta, se la soltó así, sin dudarlo, porque llevaba tantos días perdidos dándole vueltas a la idea, que había ido y venido por entre todos los escenarios posibles, las historias imaginadas, las vidas soñadas, y ya no le quedaba nada más que inventarse, solo la verdad limpia y afeitada. —De todas las putas malas ideas que he tenido, y han sido muchas, vos sos la peor.

Bosque de Pinos

Como un niño con juguete nuevo, con esa expresión de júbilo que siempre parecía fuera de lugar en su cara, le mostró la cama nueva. Un artilugio extraño que por acción de una palanca ubicada junto a la cabecera, levanta el colchón y deja al descubierto una especie de cajón enorme. Ella lo conoce bien, han sido amantes por quince años. Sabe que en ese cajón guardará sus cadáveres. "Las mujeres son extrañas" le dijo una vez, "complican las cosas y yo soy un tipo simple". Básicamente no le gustan los compromisos pero es incapaz de articular una despedida. Prefiere matarlas. Ella lo conoce bien, lo ha amado por quince años y no le importa. Está tranquila, no es una de esas viejas raras  y su relación nunca ha sido complicada, siempre supo cuál era su lugar en las historia, además, a quién sino a ella podría contarle todos sus secretos, la necesita. Lo sabe bien. Se sientan en el sofá y la charla va sobre la forma de los libros y el extraño día en que el mar casi e
Alguien se robó el verano.

MI VIDA COMO FANTASMA

En circunstancias no muy afortunadas me encontraba narrando mi vida. Mi oyente, antes de empezar, hizo ciertas aclaraciones sobre su narcolepsia. Al rato empezó a cabecear. Yo leía, ella dormía. Yo también quería dormir y despertar en casa bajo mis cobijas pero parecía imposible. Estaba lloviendo, había gritos y pantano por todas partes. Estaba muy lejos. Muchos sueños despúes, ella abrió los ojos muy abiertos y dijo que todo era mi culpa, que yo era un fantasma. Vivía mi vida como un fantasma, me veía como un fantasma. Recordé que llevaba dos días sin comer ni dormir. Luego de estar 8 horas a la intemperie, era un fantasma con los cachetes colorados. Una noche cualquiera él me miró y me dijo que yo era triste porque leía libros tristes. Yo pensé que tal vez leía libros tristes porque era triste. También pensé que él nunca leía y era un imbécil. Pedí a un amigo que me recomendara un libro feliz a ver si eso ayudaba a componer mi situación. El libro me gustó, pero debo aclarar que el

LOS OTROS

Los otros que fueron, los otros que éramos. Los que nunca seremos. Pero especialmente los otros que nunca fuimos. Nos imaginamos, lo hicimos sin culpa pero con intención. Nos encontramos y nos armamos el uno al otro a la medida de nuestros propios deseos, fuimos nuestros mitos, los irreales posibles imaginados. Seguimos existiendo como fantasmas, nos alimentamos de ese sueño de nosotros mismos, del sueño que los otros soñaron. No somos ellos, no somos esos. Todo lo que no viste, lo que no quise ver. Los pequeños huecos en las medias, los pelos en la almohada, las dudas. Los errores de la matriz, la falta de aplomo, el desgarbo, la obviedad. Los momentos de franqueza en que fuimos tan humanos. Esos otros que extrañamos, nuestras versiones editadas, desinfectadas. Esos otros que retomamos para no perdernos, para seguir siendo personajes, musas, fantasías. Esas vidas que no vivimos.

UNO MÁS

Todos duermen. Esta especie de inviernoamedias no me acaba de convencer mientras el gato ronca a mis pies en una especie de apnea nocturna. Hoy he muerto mil muertes en un continuo trágico de delirios. Parece que he venido persiguiéndome: intenté escapar pero me traje en la maleta, aplastada entre unas botas, ocupando el espacio del suplemento de zinc que debí haberme tomado y la amnesia selectiva, tuve que pagar exceso de equipaje. Yo no duermo. Hoy no. Necesito un silencio que no llega o por lo menos el sopor inevitable de la somnolencia pero hago tanto ruido, he venido a distraerme, a dar gritos desde adentro, a profanar mis sueños. He venido para fastidiarme, para recordarme. He venido disfrazada, como si no fuera capaz de reconocerme por mis viejas mañas.

MEJOR COLORADO UN RATO

Hasta ahora entiendo lo que vos en serio me decías. Incluso los esclavos aman sus cadenas y como por hacer el ejercicio, tendré que recordar las mil veces que reputié por haber metido mi larga nariz entre semejante arenero, con esa puta lluvia que no deja de caer todos los días y todas las mañanas, madrugar siempre en ese martes eterno y sin descanso a tomar el café espantoso del hotel, preparado sin cariño. Escuchar por horas y horas los comentarios en el radio, esperando encontrar alguna noticia interesante, una pelea que justificara el tedio y el ruido o por lo menos una lancha varada pidiendo auxilio. Mucho sudor y una que otra lágrima. Un universo paralelo donde el mundo real se hace borroso y se disuelve en el mar temperamental y caprichoso, como una vieja neurótica, como yo. Todos personajes en una tragicomedia donde nos obligamos a vivir juntos, a vernos las caras de sueño en el desayuno, las de cansancio en la cena, a comer mierda al almuerzo, sazonada con arena, bichos, agua
He perdido la cuenta porque ya han sido suficientes quejas. Cada cual tiene su argumento, habría que defenderlos a todos o callarlos a todos, funciona igual por alguna ley física en la que tanto ruido se cancela, este cacareo constante que aturde. He olvidado mis antiguas prioridades, se han disuelto en el paisaje borroso de esta ciudad.

MUTANTES

Son las nueve de la noche y hace poco se ha ocultado el sol. Afuera, en la calle, un hombre con una canasta vende tamales oaxaqueños, lleva 15 minutos gritando las ventajas cualitativas de sus ricos, frescos, deliciosos tamales para toda la familia. Aún me parece extraño que pueda oírlo casi como si gritara frente a mi ventana, porque vivo en el piso 11, pero siempre pasa igual, el ruido de la calle es constante y cercano. Me desespera básicamente porque me conmueve, si no fuera porque no me gustan los tamales, bajaría a comprarle media canasta. No lo puedo evitar, todos los que venden comida en la calle me producen una extraña compasión, los imagino en su casa a las 3 de la mañana, levantados haciendo masas y empacando en bolsitas o en hojas de plátano, horneando, revolviendo, poniendo la comida en sus viejas canastas para salir a recorrer la ciudad desde el amanecer con sus tamales o envueltos o lo que la culinaria local caprichosamente decida. Me pasa igual con el señor de las galle

A ustedes

Tendría que irme todos los días para despedirnos cada tarde, para recordar que mañana podríamos no vernos, podría ser la última vez. Para no darnos por hecho. Para no tener que extrañarlos. A los que son, a los que están, a los que nunca fueron, a los que no estuvieron, las vidas que no vivimos, los caminos que olvidamos, los lugares a los que no regresaremos, a todos los que me he traído conmigo, que tanto los quiero aunque a veces lo olvide. Hace calor y llueve, el gato está dormido sobre la cama como siempre y no quisiera que me mandaran en una maleta bonbonbunes, arepas ni chocolatinas jet, no me gustan. Quisiera que me trajeran de regreso sus palabras, su presencia. No he vuelto a escribir por la pereza, por la anestesia, por no dejar que se me vaya la inspiración de este intento, por no extrañarlos, para que no se me agüen los ojos. Los llevo conmigo, los respiro incluso en este aire que parece una nata espesa sobre la ciudad, tan parecida pero tan diferente.

TRES MESES DESPÚES

Extraño que alguien se sepa mi nombre. Las caras conocidas. La anciana tuerta de la tienda del frente que nunca tiene leche. El vecino de abajo que llama a chiflidos al del apartamento de arriba, los domingos en la mañana. El estúpido celular que suena sin parar. Los días nublados, el frío, los zapatos mojados. Extraño que alguien me salude al llegar.

CREYERON QUE MURIO PERO RENACERÁ

Está bien, tanto silencio me aturde hasta a mi misma. He perdido credibilidad, debe ser por eso. No conozco mi cara de "me retracto" porque cualquier cosa que diga puede ser usada en mi contra. Tal vez sin mucho pensarlo, las historias se me han vuelto menos oscuras, nada más que un ejercicio para decir la verdad y entonces tendré que inventar algo. Ficciones y a mi que me caen tan mal, náuseas y cólicos, no tengo suficiente cerebro y lo que queda está ocupado inventando historias trágicas pero no lo suficientemente confesables, ni siquiera para este gatonecio estrenando cascabel. Lo dije, me equivoqué, lo dije, lo reconozco, pero mis teorías se venden a la vuelta de la esquina, he comprado un par y me han salido sin garantía, gajes del oficio. Este dejará de ser mi purgatorio, no tengo muchos pecados que exponer en público, ahora pienso que tal vez no hemos hecho más que decirnos mentiras que sólo los muy inocentes se han podido creer, todo son cuentos y juegos de palabras

Erratas

Por estarte escribiendo pendejadas, unos ojos equivocados te están robando la autoría intelectual de mis crímenes pasionales. Inocentes, nada es lo que parece.

CARTA DE UN CONEJO ASUSTADO

RUN, RABBIT RUN. ¿Te he dicho que me gustan tus manos? - No lo recuerdo- Pues me gustan tus manos. Parece que no me vas a dejar caer. Detesto los hombres con manitas de señorita. Despiértame cuando pase el temblor, que mientras tanto yo me voy a quedar anclada a vos. Polo a tierra. ¿Te he dicho que me gustan tus brazos? -Nunca me decís nada- Pues me gustan tus brazos. Parecen hechos para que no me dejés escapar.

COJONES

Feliz Navidad en pleno marzo. De verdad que tiene cojones. Hay dos putos teléfonos sonando enloquecidos cada 10 minutos, el día amaneció demasiado temprano y entonces mi asistente se agarra a botellazos con el tipo que maneja el camión, que a su vez lo acusa de ser un hippie marigüanero y todos y me incluyo, amanecimos con ganas de no hacer un culo por esa manía que tienen acá de andar lavándose las manos con los demás, porque se tapan con la misma cobija y luego pretenden que el que pone la cara es el más loco de todos, el único capaz de decir la verdad y por lo tanto, de crucificarse a si mismo. Yo, que no soy santo de mi devoción, he salido de mi casa con la intención de verlo, porque más tarde voy a estar borracha, celebrando mil veces a Moisés salvado de las aguas. Tengo una cara de vida triste la mia, pura mamadez sin duda, -Te tocó crecer- me dice, y de que modo, pienso yo, señor padre de familia, señor estoy buscando jardines infantiles, señor Flanders. No recuerdo si lo quiero

OIDOS SORDOS

- ¿Cuál es la diferencia entre una cucaracha y una mariposa? - ¿Cuál? - El carisma. Malas elecciones, una historia de deserciones. Remisos. Esta humedad que se me pega a la piel, trópico, pacífico y yo que vuelvo al sur por costumbre y por deseo, para despedirme. Han aparecido en mis siestas de inercia en la hamaca todos menos vos, parece que no sos el hombre de mis sueños. Debí haberlo sospechado desde un comienzo. - Señorita. Buenos días señorita. Amanece y estoy tan lejos pero no me arrepiento. Puros espejismos. - En la casa vivimos el papá de mi hija, mi hija, mi marido y yo. - ¿Todos juntos? Pero estoy sola y no lo extraño, no en la forma en que duelen hasta los huesos ni como tiempo amargo o cosa perdida. - No fue si no que yo me pusiera a hablar con ustedes y él que se va, es que la fiesta de anoche le duró hasta hoy. - ¿Estaba borracho? No, no apareció. No, no sé si está trabajando, borracho entrepiernado o se lo llevó la marea y amaneció boca abajo en una asquerosa

MALA PROMOCIÓN

Estoy mamada de perder buenas compañías. La mala maña de cambiar buenos amigos por malos amantes.
Voy a andar por ahi abriéndote puertas y ventanas para que puedas escapar.

Faltan 5 pa las doce

-Gracias por recordarme el lugar en el que no estoy- Él había sido la última historia contada de la noche, también del año. Él, inevitablemente presente tal vez por lo lejos. -Sólo quería decirte que te extraño- Ella había sido su necia costumbre al final de las vacaciones. Dos años y estaba comenzando a parecer una tradición como rezar la novena o comer pernil el 31. Esta vez sería diferente, francamente le importaba un culo. Las mujeres tienen esa manía de hacerlo toda tan dramático y trascendental.

Mentira

Esas manos debieron ser suyas, ese deseo también debió ser suyo. Lo único que en verdad le pertenecía esa noche era su ausencia.

NO NAME

Tendré que decir que te tengo mas enredado de lo que me atrevo a confesar pero esto no está hecho de la materia de lo posible y mucho menos de costumbre. 4 pm. Invasión a la intimidad que comienza con una llamada que me saca del sueño tardío y la tragedia del domingo. ¿Domingo? Ahí es donde me pierdo porque vos nunca aparecés un domingo, estamos condenados a las tardes de semana larga, a estar mamados de trabajar y poner cara de inteligentes para justificar milenios de evolución humana. Vos y yo otra vez en medio de una vida equivocada. Estoy tratando de comerme el cuento de la niña buena pero sabemos que son mentiras de sobremesa para pasarse con el postre del almuerzo ejecutivo. Soy un gatonecio que se arranca la desidia a punta de arañazos en la espalda. Pero mirá que todos tenemos derecho a redimirnos y yo ya tengo suficientes millas para mi tiquete al infierno. Por donde sea que lo mire, esto me parece extraño, justo andábamos por la etapa de sentirnos cómodos al vernos las cara

PRÓLOGO

La musa se largó a beber y a buscarse un mal polvo y me dejó sola con el gato y la palabra en la punta de la lengua. Las opiniones me quedaron sobrando. Puse las hojas a un lado y opté por decirte que dejaras de escribir de esa forma o terminaría por enamorarme de vos, lo cual no es cierto pero igual, no importa. Yo también se dónde queda Terroncolorado y amanecí descalza y descobijada. Quiero buscarte, decírtelo de frente pero qué falta de tacto, hoy es domingo y está lloviendo y a la mierda con estos pseudo romances literarios porque a estas alturas no quedan más motivos que los ridículos mensajes que nos mandamos por correo. Te veo se me terminan olvidando capítulos y versículos. Quiero verte y decítelo en la cara, tus frases alucinógenas me recuerdan a alguien pero hoy es un lunes eterno que pesa toneladas de aburrimiento. Casi no despierto y luego tenia empegotadas tus frases de olor amargo, entre las dos neuronas medianamente útiles que me dejaron los martinis. Quiero ver

LAS RAZONES DE LILITH

Lilith ¿Cómo más se iba a llamar? Tiene una virtud casi gimnástica para quitarse la ropa, el único problema es que es incapaz de mirate a los ojos mientras lo hace. Gajes del oficio. José Antonio ha decidido hacer una investigación sociológica sobre las conductas sexuales de la Bogotá que no conoce. Mero interés intelectual. La verdad, para todo en la vida existen argumentos. En el fondo está preocupado porque tiene que rogarle a su mujer para que se lo dé, parece que sufre de terribles migrañas nocturnas. Ella entra a escena con un diminuto vestido de cabaret de Chicago, es una diva de peluca plateada estilo años 20, mallas negras y tacones. Lilith comienza su ritual frente a la barra, sobre la barra, por encima, por debajo, entre la barra, se enrosca, se dobla, se desdobla, se abre hasta casi descuadernarse y José Antonio la mira con profundo interés filantrópico. Sólo con los tacones puestos Lilith se le acerca despacio con caminadito de pantera en celo, lleva años perfeccionándolo

CINE FRANCES

En medio de ojos hambrientos, ojos sedientos, niñas bonitas, actores, actrices, tipos bien, zorras, gañanes, borrachos, pretenciosos, pobres que quieren aparentar, ricos de nacimiento, torcidos, derechos, caídos, levantados, tragos, botellas, papas fritas, whisky 18 años, aguardiente, toneladas de carne, cuajada con melao, me asomé por debajo de la escalera de la caja, persiguiéndolo desde la entrada, me encontré de frente con sus ojos verdes de gato que me miraban de a poquitos. He vuelto a tener 15 años y me saltan mariposas en el estómago. Ya estoy muy vieja para estas cosas. Un mes después llego a mi casa, 4:45 am, haciéndole compañía al señor que trae el periódico de los domingos. Esto no es vida pero eso es lo que hay. En la puerta de la recepción sin portero hay pegado un paquetico de rayas blancas y azules amarrado con un lazo rojo, tiene mi nombre. Alcanzo a ver con el rabillo de misojostangrandes su carro que arranca con paciencia, contra todos los pronósticos, me estaba espe

Roger

10 pm, avenida carrera 68 con calle 24. Lugar no especificado. Un viernes cualquiera. Es que a uno la vida y los amigos lo acostumbran a ciertas cosas y comienza a pensar que el mundo es un lugar pequeñito donde todos hacen lo mismo. Claro que no es cierto, lo sé pero se me olvida. Hay pocas cosas más complicadas que sacarme la pereza de salir un viernes cualquiera, sabiendo que el sábado me toca ir a trabajar, pero digamos que en una especie de ejercicio pedagógico o con franqueza, aceptando que últimamente mi vida social se limita a una larguísima jornada laboral, decidí tomarme un par de cervezas en una compañía poco frecuente. Nada de pseudo intelectuales posmodernos con crisis maniacodepresivas, publicistas que sólo hablan de publicidad, gente del medio (alquien POR FAVOR que me diga eso qué demonios es y porqué suena tan ridículo), un par de cervezas con buenas personas, de los que se parten el culo todos los dias de sol a sombra pero que definitivamente se quejan menos que yo, d

12 PM

No hay mucho que decir por estos días, la gripa perversa me llena de natas las neuronas. Llevo días sin dormir. Anoche parece que tuve un sueño extraño, el celular estaba sonando a eso de la media noche, era una llamada que parece llegar sólo en noche buena ¿el niño dios usa celular?...¿el niño dios existe? y como creo que esa pregunta la resolví hace más de veinte años, tenía que ser alguien más. ¡Papa Noel! pero no oí cascabeles, sálo el gato maullándole a los zancudos parados en la pared. En medio del delirio de la fiebre alcanzo a recordar que es marzo del 2007 y yo ya no soy una niña que cree en cuentos de hadas pero ya es un poco tarde, mi llamada no alcanzó a decir mucho, yo no alcancé a desatar las preguntas atoradas. Desperté y parecía que todo fue un sueño, sin embargo, logró quitarme las ganas de dormir

CARTA 1. de martina

Lo siento Jacobo, pero yo no me acuerdo de usted. Y por cierto, nunca me aburro en las fiestas. Martina

CARTA 1. de jacobo

Si tuviera sueños serías uno de ellos, pero yo estoy perdido en la tierra de nadie y vos estás demasiado lejos. Te vi por primera vez en la fiesta esa, ahora no puedo recordar que hacía allí, lo cierto es que en medio de tanta gente estabas vos, contándote aburrida las flores del vestido. Podría decirte muchas cosas pero serían mentira, lo he olvidado todo. Esa noche hablabas con alguien, intentabas explicarle cuánto te tallaban los zapatos nuevos, correas, tacones, ampollas. La noche iba a ser larga y yo, simplemente no podía quitarte los ojos de encima.

RENAULT 4

Creo que lo había visto una que otra vez, pero no es el tipo de los que yo recuerdo. La primera vez que en realidad estuve obligada a verlo fue porque llegó a recogerme a casa por mandato de algún aspirante a novio sin carro. El tenía un Renault 4 y yo 14 años. Aún ahora maneja mejor borracho. Ha pasado mucho tiempo desde eso, han pasado amigos a los que he amado y por quienes hubiera dado media vida, han pasado amores, sueños, verdades y mentiras, han pasado fiestas, conciertos de mediopelo, bares caros y baratos, decepciones, paseos, viajes, ha pasado uno que otro hombre que parecía ser EL hombre, algunas amigas que fueron mis hermanas y sobre todo, han pasado muchos años y mucha agua ha corrido bajo este puente. Intenté deshacerme de él de todas las formas posibles, cambié de celular, de casa, de ciudad, de amigos, de gustos, de trabajo, de genio, de ser posible, habría cambiado de nombre o de sexo, nunca lo llamé, nunca le escribí, me escondía en el fondo de la casa para que no me

DIA PRIMERO. pregunta

Claro que no, uno no da masajes con 4 cervezas y media de ginebra en la cabeza, claro que no, uno no duerme en camas ajenas ni se despierta tarde los días que hay que trabajar. Pero yo no tengo nada más que hacer, estoy de viaje y usted perdió el último tren que lo llevaba lejos de la vida que nunca soñó. Lo puse de espaldas a la cama, sólo por torturarme un poco y descubrir que además de las patéticas palabras de universitarios suicidas que montan en buseta, compartimos la misma estrella. Pero ha podido ser peor, porque yo dejé el arrepentidero archivado entre la arena del gato, me pudo más un intento de dignidad con instinto de moral que las ganas de decirle de vez en cuando me acuerdo de usted, se me atraviesa en la biblioteca y en uno que otro amigo en común. Nos equivocamos de tiempo, nos vimos demasiado tarde y las sábanas de algodón gris y los peces que nos miraban con ojitos de tía regañona no bastaron para pensar que era la única oportunidad y así pasó la noche y yo me desper

DIA TERCERO. respuesta

Claro que no, uno no se acuesta en camas ajenas , tampoco duerme en ellas, mejor se levanta bajo sus propias cobijas como la niña buena que ya no es, nuevecita, recién bañada parece que sólo he tenido un sueño inconfesable. Pero no es tan sencillo, lo tengo un poquito atravesado y la sensación no se me quita con el primer café de la mañana, tampoco con el último. Todo empieza como quien no quiere la cosa, una dulce casualidad, una voz reconocida. Tan bonitos, tan inocentes, pero hay una pregunta abierta flotando en el aire desde hace miles de años, esperando respuestas ambiguas escondidas entre mis ridículos buenos propósitos de año nuevo y mi incapacidad de llevarme a cuestas una duda. Lo veo y se que está metido entre mis miedos más que entre mis amores, sentado junto a mis confesiones y no al lado de mis pecados, en las entrañas más que en el corazón. Como un dejavú que se repite cada de vez en cuando, como si pudiera pensar que de verdad tenemos la conciencia tranquila porq

JUNIO 1

Esa mañana me senté a esperar que saliera el sol, con mi falda de vainilla, noche y vino tinto, con el pelo mojado y los ojos a punto de estallar. Esa mañana me fui para su casa, silenciosa como un gato, intentando que las campanitas de la puerta no sonaran –como las odio-, que la llave entrara sin pelear, me quité los zapatos y me metí entre las cobijas a su lado, para verlo, para ver sus ojos rasgados mientras duerme, tocar esa piel aceituna que me hace delirar, me escurrí junto a su espalda para sentir si era la última vez que lo iba a tocar, para entender porque vale la pena tanta lágrima, para entenderle las razones, esperar casi un milagro de ósmosis en el que se me pegaran sus motivos. Pero nada, me fui quedando dormida a su lado, tibia, consentida y al despertar, lo único que seguía teniendo pegado era la tristeza , la incertidumbre, la melancolía. Me desperté y vi sus ojos abrirse, vi el espejo negro en el que me gusta mirarme, me desperté y nada, ni una sola respuesta, ni un

15 DIAS

Hace días que faltan 15 días . El tiempo se detuvo, tic, tac, tic, tac, tic, tac, hay un sinfin proyectándose de fondo, es como en esas escenas donde todos corren y un personaje en el medio se ha quedado completamente quieto, tic, tac, tic, tac, tic, tac, me voy a quedar dormida sobre la taza de café. Lo vi por primera vez sentadito en un rincón, encarnizado sacándose a mordiscos los cueros de las uñas mientras le sangraban los dedos y uno no se imagina lo que le podría estar pasando por la cabeza, daban ganas de abrazarlo, siempre daban ganas de abrazarlo, pero eso era cascarse contra el mundo, cagarse a golpes las esperanzas, no valía la pena. Lo vi por primera vez acurrucado contra la pared porque ya antes lo había visto miles de veces pero nunca lo había notado. Es como cuando pasás por alto la mancha en el mantel sobre el que has comido un millón y medio de veces pero sólo la descubres el día que llegan los invitados pero obviamente es demasiado tarde. En este caso también era muy

DESPEDIDA

Te estoy mandando estas palabras para evitar tragármelas. Me falta agua y me sobran las pepas -20 de antibióticos, 30 de no se que purgante barato de los que recetan los médicos de la EPS-. Te escribo porque nunca lo vas a leer asi que no me importa, solo respira en medio del aire prestado por este instante, vive los minutos de vida que me han regalado, el bonus track para mi banda sonora. Tarde o temprano me voy a ir, como es costumbre y voy a hacer promesas que obviamente no cumpliré, pero ese es el juego, pequeñas mentiras blancas para evitarnos la vergüenza de llorar en público.