A veces el miedo se parece al frío, ese frío inmoral que te cala hasta los huesos, que no te deja dormir porque te pone a temblar, que se instala de a poquitos pero sin tregua ni compasión y se queda allí, sin preguntar ni pedir permiso, sin ganas de irse. El frío cobarde y agazapado que se escabulle por la rendija de la ventana, que aguarda en los rincones. A veces el amor se parece al miedo.

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