Ella, cuyo nombre de superhéroe era Colapso, estaba sentada calculando cuál sería su muerte probable para ese día. Ya había tachado en la lista las obvias enfermedades incurables, las perfectas y fatales casualidades, los intentos heroicos, las venganzas kármicas, los asteroides y las invasiones bárbaras. Pero era domingo y por cómo andaban las cosas últimamente, seguramente moriría de aburrimiento.

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